Vital Vitalis
viernes, 1 de septiembre de 2017
jueves, 31 de agosto de 2017
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domingo, 11 de junio de 2017
martes, 10 de enero de 2017
La felicidad laboral no es una quimera
sábado, 12 de noviembre de 2016
La Felicidad, ¿es una cuestión de ética?
Hoy comparto con todos vosotros una nueva entrada de un blog en que colaboro.
El tema es la felicidad y los distintos tratamientos que se han realizado sobre ella.
La Felicidad, ¿es una cuestión de ética?
Espero que os guste.
El tema es la felicidad y los distintos tratamientos que se han realizado sobre ella.
La Felicidad, ¿es una cuestión de ética?
Espero que os guste.
viernes, 23 de octubre de 2015
El Profeta y la Montaña
Aquel día, como tantos otros, el profeta subió a la montaña.
Sentía un poco de aburrimiento en todo esto. Eso de ser profeta era un poco
tostón. Todos los días había que subir a la montaña y esperar a que Dios
hablase. Que se comunicase con su pueblo. Pero desde hacía mucho tiempo Dios no
hablaba. Es más, en todo el tiempo que él llevaba de profeta, Dios no le había
dirigido ni una sola palabra. ¿Es que Dios se había enfadado y no quería ya
nada con las personas? ¿O quizá sería que él no era un buen profeta? En su
familia siempre había habido profetas, él mismo heredó el cargo de su padre, y
su padre del suyo y así hasta el principio de los tiempos. Con todos había
hablado Dios, pero con el callaba.
En el pueblo empezaban ya preguntarse si no tenían que
cambiar de profeta. Él estaba un poco, o mejor, bastante preocupado. ¿No sería
que la montaña no era suficientemente alta? ¿Se habría constipado Dios y
estaría afónico, por eso no le oía?
- - Creo que me voy a tener que buscar otro empleo –pensó-.
Esto de ser profeta no debe estar hecho para mí. Pero no sé hacer otra cosa.
Podría ser herrero, pero no sé trabajar el hierro y, además, eso de pegar
martillazos parece muy cansado. O bien
podría ser el maestro del pueblo, pero no me van a querer, ya que no sé
hacer nada. Me he pasado toda la vida subiendo y bajando de esta montaña.
Estaba pensando en todas estas cosas cuando apareció
Juanillo, el muchacho que hacía las veces de cabrero del pueblo. Subía casi todos
los días a la montaña con las cabras de todo el pueblo. Pero nunca había subido
tan alto.
- - Ahí viene Juanillo. Pobre chico. Es el cabrero porque
no sirve para otra cosa. Pero mira, él tiene más suerte que yo. El al menos
sabe sacar a pastar a las cabras, pero yo no soy más que un profeta tonto al
que siquiera Dios le habla.
Juanillo, ¿qué haces tan lejos? –le preguntó.
- - He subido a buscar la cabra del maestro, hace poco que
tuvo un cabritillo y no quiero que se pierdan, dentro de poco nevará y han de
estar al calorcillo del corral.
- - Te ayudaré a buscarla. Total, Dios se ha debido ir de
vacaciones…
Y juntos empezaron a buscar la cabra y el cabritillo. Según
iban caminando, Juanillo iba hablando. Le iba contando lo bonito que estaba el
bosque al subir. Lo agradable que era el sonido del arroyo al bajar por el
valle. Incluso le enseñó algunas hierbas que curaban la diarrea o el dolor de
muelas. ¡Caramba! Él había subido toda la vida a la montaña y no se había dado
cuenta de todo esto. Y el tonto de Juanillo, que no servía nada más que para
ser pastor sabía todo eso.
Encontraron a la cabra y al cabritillo. A Juanillo se le
iluminó la cara y una sonrisa de oreja a oreja apareció en su rostro. Se había
alegrado como si fuese su cabra.
- - Es la única cabra que tiene el maestro del pueblo y
necesita su leche para el invierno. Podrá mantener mejor a su familia y
dedicarle todo el tiempo a los niños para enseñarlos.
Y tenía la cara tan alegre que entonces Dios habló al
profeta: “No ves, so zopenco, que he estado todos estos años hablándote a
través del canto del arroyo, de murmullo del bosque y del rostro de la gente. No
me podrás encontrar si no es en el encuentro con los demás, tus amigos.”
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