martes, 10 de enero de 2017

La felicidad laboral no es una quimera

Aquí os presento una nueva entrada en el blog de Humanas SO.

Es una reflexión sobre si podemos ser felices en el trabajo.
La conclusión es que sí, pero teniendo en cuenta cosas como que la felicidad está en el camino y en el encuentro con los semejantes.

Disfrutad de la lectura.

sábado, 12 de noviembre de 2016

La Felicidad, ¿es una cuestión de ética?

Hoy comparto con todos vosotros una nueva entrada de un blog en que colaboro.

El tema es la felicidad y los distintos tratamientos que se han realizado sobre ella.

La Felicidad, ¿es una cuestión de ética?

Espero que os guste.

viernes, 23 de octubre de 2015

El Profeta y la Montaña

Aquel día, como tantos otros, el profeta subió a la montaña. Sentía un poco de aburrimiento en todo esto. Eso de ser profeta era un poco tostón. Todos los días había que subir a la montaña y esperar a que Dios hablase. Que se comunicase con su pueblo. Pero desde hacía mucho tiempo Dios no hablaba. Es más, en todo el tiempo que él llevaba de profeta, Dios no le había dirigido ni una sola palabra. ¿Es que Dios se había enfadado y no quería ya nada con las personas? ¿O quizá sería que él no era un buen profeta? En su familia siempre había habido profetas, él mismo heredó el cargo de su padre, y su padre del suyo y así hasta el principio de los tiempos. Con todos había hablado Dios, pero con el callaba.


En el pueblo empezaban ya preguntarse si no tenían que cambiar de profeta. Él estaba un poco, o mejor, bastante preocupado. ¿No sería que la montaña no era suficientemente alta? ¿Se habría constipado Dios y estaría afónico, por eso no le oía?


-          - Creo que me voy a tener que buscar otro empleo –pensó-. Esto de ser profeta no debe estar hecho para mí. Pero no sé hacer otra cosa. Podría ser herrero, pero no sé trabajar el hierro y, además, eso de pegar martillazos parece muy cansado. O bien  podría ser el maestro del pueblo, pero no me van a querer, ya que no sé hacer nada. Me he pasado toda la vida subiendo y bajando de esta montaña.

Estaba pensando en todas estas cosas cuando apareció Juanillo, el muchacho que hacía las veces de cabrero del pueblo. Subía casi todos los días a la montaña con las cabras de todo el pueblo. Pero nunca había subido tan alto.
-           - Ahí viene Juanillo. Pobre chico. Es el cabrero porque no sirve para otra cosa. Pero mira, él tiene más suerte que yo. El al menos sabe sacar a pastar a las cabras, pero yo no soy más que un profeta tonto al que siquiera Dios le habla.
Juanillo, ¿qué haces tan lejos? –le preguntó.
-          - He subido a buscar la cabra del maestro, hace poco que tuvo un cabritillo y no quiero que se pierdan, dentro de poco nevará y han de estar al calorcillo del corral.
-          - Te ayudaré a buscarla. Total, Dios se ha debido ir de vacaciones…

Y juntos empezaron a buscar la cabra y el cabritillo. Según iban caminando, Juanillo iba hablando. Le iba contando lo bonito que estaba el bosque al subir. Lo agradable que era el sonido del arroyo al bajar por el valle. Incluso le enseñó algunas hierbas que curaban la diarrea o el dolor de muelas. ¡Caramba! Él había subido toda la vida a la montaña y no se había dado cuenta de todo esto. Y el tonto de Juanillo, que no servía nada más que para ser pastor sabía todo eso.


Encontraron a la cabra y al cabritillo. A Juanillo se le iluminó la cara y una sonrisa de oreja a oreja apareció en su rostro. Se había alegrado como si fuese su cabra.

-          - Es la única cabra que tiene el maestro del pueblo y necesita su leche para el invierno. Podrá mantener mejor a su familia y dedicarle todo el tiempo a los niños para enseñarlos.


Y tenía la cara tan alegre que entonces Dios habló al profeta: “No ves, so zopenco, que he estado todos estos años hablándote a través del canto del arroyo, de murmullo del bosque y del rostro de la gente. No me podrás encontrar si no es en el encuentro con los demás, tus amigos.”