lunes, 27 de julio de 2015

¿Quién quiere ser político?

¿Quién quiere  ser político?

¿Quién quiere ser político? ¡Que levante la mano! 
¿Nadie se atreve? ¿Nadie de los que me estáis leyendo se dispone a dar un paso al frente?
He de reconocer que yo todavía no tengo la valentía suficiente para hacerlo. Es una pena.
¿Quién quiere ser político? Ante esta afirmación casi todo el mundo tiende a sentir un cierto rechazo. Todos menos lo que son políticos profesionales. Es decir, viven de ello.
Pero al ciudadano de a pie, que le comparen con un político, sea de la ideología que sea, incluso de los “anticasta”, no le hace mucha gracia. Está tan degenerada esta profesión que hasta parece un insulto. Y esto es un grave problema en nuestra sociedad.
Aristóteles definió al Ser Humano como Zoon Politikon, es decir, animal político, porque era capaz de organizarse en sociedades y definir sus reglas de comportamiento. El Ser Humano, la Persona, es un ser social. Aunque sea un individuo con sus propios sentimientos, y su propia identidad, excepto raras singularidades, vive en sociedad. El ser humano vive en contacto con otros seres humanos. Se desarrolla con ellos. La propia supervivencia del género depende del contacto con otros especímenes. Incluso la cultura es un producto de la vida social. Un hecho aislado de una única persona no puede ser nunca cultura. Puede ser una costumbre, un hábito o, incluso, una rareza. Pero nunca será cultura, porque ésta ha de ser compartida.
Por tanto, el Ser Humano, es un ser social y político por su propia naturaleza. No podemos renunciar a ello. Pero, en cambio, ahora estamos en un momento en que todo lo que huele a política es un desastre. Parece que en ella sólo hay personas que lo único que buscan es su propio beneficio. Hablamos de diálogo, pero parece que el único diálogo posible es que se den la razón unos a otros. No nos planteamos una política como convivencia, sino como conquista. Todos pretendemos conquistar algo: derechos sociales, la independencia, la unidad del estado, el cielo… Pero no caemos en la cuenta que una conquista es algo que se hace por la fuerza. Y mientras tanto, los únicos que ganan algo son los conquistadores. El resto nos quedamos como estamos. Y eso, en el mejor de los casos.
William Golding a mediados de la década de los cincuenta escribió una novela: El Señor de las Moscas, en la que fantaseaba con una sociedad pura y de qué manera acaba organizándose. Trata de un grupo de niños que por culpa de un naufragio acaban en una isla desierta, tienen que organizarse y de cómo acaban divididos en dos bandos enfrentados a causa de las luchas por el poder. La verdad que es una visión un poco pesimista de la situación, pero nos hace pensar en si es posible una sociedad sin gobernantes. ¿Es realmente posible una utopía así?
Yo personalmente pienso que no. Toda sociedad necesita líderes y jueces. De la misma forma que nuestra estructura corporal es orgánica. Está compuesta por órganos con distintas funciones, nuestra estructura social, tal y como la tenemos definida, también es orgánica. Funciona porque hay una especialización en las acciones de los miembros. Hay médicos, bomberos, obreros de la construcción, camareros, conductores de autobuses, etc. Y cada uno cumple su función. Y todos tenemos que estar organizados para que el mecanismo social funcione. Y a todos nos gusta que el sistema funcione. Cuando enfermo me gusta que el sistema sanitario me atienda correctamente. Cuando voy a un restaurante me gusta que el cocinero no se deje quemar mi comida. Cuando me monto en un autobús me gusta que el conductor se sepa el camino y las normas de circulación. Y lo más curioso de todo, es que generalmente no lo pongo en duda. ¿Alguna vez le hemos hecho la prueba de alcoholemia al conductor cuando nos hemos subido a un autobús? No, puesto que nos fiamos de que va a realizar su trabajo de forma correcta y es responsable de ello. Tenemos una fe ciega, ya que no nos cuestionamos lo contrario. Y eso lo hacemos tantas veces a lo largo del día... Nos fiamos de nuestros semejantes. Es decir, creemos en ellos y en su profesionalidad.
Pero esto no ocurre con los políticos. Nos han defraudado tantas veces que no nos fiamos de ellos. Y por ello no queremos ser políticos. Pero no podemos escaparnos de nuestra naturaleza social y, por tanto política. Necesitamos políticos honrados de los que podamos fiarnos. Necesitamos políticos profesionales, pero no de esos que si se quedan sin poltrona se van al paro, sino de los que se dedican a ello con profesionalidad.
Necesitamos líderes que sepan guiarnos y sobre todo sepan decirnos la verdad, aunque no nos guste. El político ha de ser una persona con ideas claras. Y si después no gustan, no ha de cambiarlas simplemente a golpe de encuesta.
La política y los políticos han de salir de la propia sociedad. Hace trescientos años salían de la aristocracia, el “gobierno de los mejores”, pero que en realidad eran los nobles terratenientes. Hace doscientos años salían de la burguesía. La revolución social ilustrada había derribado privilegios hereditarios de clase y los había sustituido por privilegios económicos.
Ahora salen de lo que algunos denominan “la casta”, que no es más que un grupo con miembros de todos los estratos sociales, pero con el objetivo de “profesionalizar” y “funcionalizar” (de funcionario) el poder. Y así la sociedad sigue hacia adelante, más mal que bien.
Si queremos que esto mejore, desde la misma sociedad tendremos que quitarnos el miedo a ser líderes. Es cierto, el líder puede ser el que se lleve todo el mérito y también quién se lleve todas las bofetadas, pero hay que arriesgarse. A la sociedad no le sirve cualquier líder mediático que sepa hablar bien y engatusar a la gente. Eso lo hizo Hitler en su momento y sabemos como acabó Alemania. Necesitamos líderes honrados dispuestos a dar un paso adelante cuando la sociedad se lo pida y también un paso atrás cuando esta misma sociedad se lo demande. No todos tenemos las mismas cualidades y, por tanto, podemos asumir las mismas funciones. El bombero ha de ser bombero y, el fontanero, fontanero. Pero ambos han de serlo con honradez y respeto al Otro, como miembro de su misma sociedad.
Y la sociedad necesita políticos, jueces, periodistas, legisladores… que sean honrados con su trabajo. Que piensen en el bien común y trabajen para este bien. Y han de surgir de la propia sociedad como fuente de la dignidad y de la cultura.
No debemos tener miedo. Hay que dar un paso adelante en la política. No todos hemos de ser líderes políticos, pero sí que todos hemos de ser el Zoon Politikón que definía Aristóteles.
Creemos líderes honrados para nuestra sociedad y líderes maduros en la responsabilidad.